martes, 11 de noviembre de 2008

El pasillo solitario

Una descripcioón por Karla Carrión

El desaliñado cuerpo de la muchacha se apoya sobre el muro de la pared, del cuarto vacío en el que vive; las losetas frías y casi sin color del pasillo del edificio, son testigos de la soledad y tristeza que ella siente día tras día.
No ha encontrado mejor vestimenta para salir a esperar a su amado, que una blanca camisa, olvidada por él días atrás. Sus finos y largos dedos sostienen una taza de café, en la que ella busca el calor que su cuerpo y alma tanto reclaman.
La escalera de caracol solitaria atrapa la mirada desesperante de la joven, en la que la inocente criatura trata de escudriñar sin parar a ese amor que salió por ahí para no volver.
Tiene despeinado el cabello, como si un niño hubiera jugado con el haciéndose pasar por un estilista, y su largo cuello da testimonio de la tensión en la que vive.
Para ella ahora no existe nada más, no hay luz alguna que la haga sentir mejor, sus pies se han vuelto una viva expresión del nerviosismo que la invade por momentos. El deterioro de algunas partes de la escalera demuestra el estado del alma de aquella mujer que sólo busca el calor de unas manos que la amen sin parar.

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